jueves, 28 de junio de 2007

El extraordinario caso del profesor Martin W. Gabbiani


Para los que no le conozcan todavía, esta breve introducción a manera de prólogo podrá servir como carta de presentación para uno de los creadores más extravagantes y controvertidos de los que se guarda noticia, prácticamente desconocido debido a su voluntad de permanecer en el anonimato, y que vive recluido en una remota isla de los Mares del Sur.

Debido a esto, y a que durante las últimas décadas Martin W. Gabbiani se ha tomado el trabajo de borrar sus huellas con la determinación de un consumado escapista, disponemos de muy pocos datos acerca de su pasado. No obstante lo dicho, hemos tratado de presentar un breve monográfico del autor, tarea aún más complicada si se tiene en cuenta el carácter excéntrico y sin parangón de su obra, pero que esperamos pueda satisfacer la curiosidad del lector.

Martin W. Gabbiani nació en Turín en 1952, de padre británico y madre suiza, ambos docentes en la Universidad de Ciencias Humanas de Ginebra, marco que influiría en su futura formación como historiador y narrador. A los veinticinco años el joven Gabbiani era un prometedor licenciado en Historia, aficionado a la caza y a los juegos de mesa. Una tormentosa relación con una mujer de origen húngaro diez años mayor que él lo llevó a las puertas del desequilibrio emocional, y en 1975 trata de suicidarse por inanición.

En 1981 Gabbiani abandona su puesto como profesor de secundaria para embarcarse en un viaje por el mundo que lo llevará a recalar en una isla cercana a Suva, en los Mares del Sur, donde establece su particular refugio. Allí pasa algunos años ejerciendo como articulista para National Geographic, viéndoselas en alguna ocasión con los piratas que infestan esos lugares. También se dice que fundó un colegio para niños nativos del lugar, donde les enseñaba aptitudes de gestión, autoabastecimiento y ajedrez. Pasa años sin contacto alguno con el mundo, según algunos entregado a la investigación, según otros a una etapa de ascetismo y contemplación. Gabbiani es autosuficiente, frecuenta los puertos cercanos donde se provee de alimentos, fuentes de energía y la tecnología necesaria para sus experimentos, y a menudo mantiene partidas de ajedrez por radio con un pesquero de la ruta en las inmediaciones.

Con la llegada de Internet, y tras muchos años de silencio, en 1992 Gabbiani se pone en contacto con sus viejos amigos de Ginebra, y al cabo envía a uno de ellos, el doctor Ansel Dutreil, una novela de ficción que pronto llama la atención del doctor por el talento narrativo y extrañamente evocador de Gabbiani. Impresionado por esta obra, Dutreil anima a su amigo a seguir escribiendo, pero éste se niega, al parecer más interesado en confeccionar artículos de crítica social que le envía regularmente y que Dutreil se encarga de publicar en la revista de la Facultad de Ciencias Humanas de Ginebra primero, y en el periódico Le culturel más tarde.

Pero al cabo los artículos de Gabbiani comienzan a hacerse cada vez más novelescos; Dutreil no atina a dilucidar dónde termina la realidad y comienza la ficción, y así se lo hace saber a su amigo. Sin embargo aquél no le contesta de forma inmediata; su respuesta desde el otro lado del planeta se hace esperar nueve años: en 2001, Gabbiani retoma sus relaciones con Dutreil para comunicarle el hallazgo de un documento histórico extraordinario.



Según el propio autor en uno de sus e-mails dirigidos a Dutreil, sus antenas parabólicas captaron en el verano de 1997 un comunicado codificado de procedencia desconocida. Tras cuatro años de trabajo, Gabbiani logró descifrar el código y halló un extenso escrito, en una lengua que podría ser un derivado del hispano-anglosajón, compuesto de artículos, fragmentos de publicaciones y páginas web provenientes del futuro, como testimonio insólito de una Historia subvertida. La hipótesis que maneja el autor se basa en un probable experimento sin parangón en la historia del periodismo. Según esta hipótesis, en el futuro alguien pudo tomarse el trabajo de recopilar esos fragmentos y enviarlos luego a través de ondas magnéticas que viajasen en el tiempo.



Entre los fragmentos recopilados se hallan procedencias tan diversas como periódicos, revistas, magazines culturales, científicos o gastronómicos, foros de Internet, estudios comparativos, correos electrónicos, incluso un inquietante reportaje del Apocalipsis narrado en directo…

En efecto, unos se han apresurado a quitar importancia a este hallazgo, y otros no han dudado en señalarlo como el signo del hundimiento que las exégesis milenaristas vienen anunciándonos. No queremos legitimar aquí la veracidad de unos ni de otros, ni juzgar la intención altruista o bien simplemente bromista de su difusor. Lejos de consideraciones literarias o vericistas de cualquier clase, lo único seguro es que Martin W. Gabbiani y su legado, la probabilidad de su existencia en un futuro lejano, permanecerán en nuestra memoria como una idea llena de misterio.©

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vds no quieren juzgar, pero yo no puedo evitarlo leyendo tal sarta de sandeces. Este señor debe de fumarse todas las hierbas que encuentra por la isla, porque si no no se explica...