
Un buen día, el general mantenía una acalorada charla con un enviado de la corte de Venecia al que habían acogido en el palacio de Topkapi, Estambul. El tema de su discusión no era otro que el arte europeo, hacia el que Mahnramn, un hombre culto e ilustrado como pocos en el ya decadente imperio de los otomanos, profesaba un profundo recelo. El general, conocedor del desarrollo de la pintura europea, le dijo al enviado de Venecia: “¿Acaso no son también los pintores de la realidad, aquellos que proliferan en las cortes cristianas de Europa, hacedores del mundo? Pues a través de sus imágenes se extiende la creación de Dios, que es el más grande de los artistas.” Y a continuación profirió la profecía que lo haría célebre y deudor de muchos seguidores, quienes, tras jurarle lealtad, proyectarían sus palabras por el resto de la Historia: “Un día –dijo--, el mundo de la pintura colmará el cerco de sus marcos. Y conquistará el mundo creado.”

Aún hoy, la guardia de Roma, impotente ante tan implacable adversario, permanece alerta a la espera de avistar al general y a su ejército en el horizonte. Algunos teólogos e imanes interpretaron en esta angustiosa espera una de las potestades de Alá, el cual, en uno de sus 99 nombres, es llamado el Aplazador. ©

No hay comentarios:
Publicar un comentario