
Los candidatos en cuestión no eran sujetos de carne y hueso, el tipo de seres normalmente asociado con el concepto de evolución, sino conjuntos de unos y ceros ubicados en un tipo determinado de chip de ordenador. El doctor Adrian Thompson observaba atentamente todo el proceso en su laboratorio de Sussex, en el Reino Unido.
El experimento tenía por objetivo estudiar el elegante concepto de evolución darwiniana aplicado al hardware mediante un proceso de selección dirigido que permitiría reproducirse solamente a los individuos con las características más ventajosas, eliminando del acervo común los rasgos hereditarios menos útiles. Para probar que el argumento de "supervivencia del más apto" funcionaba con el hardware, el doctor Thompson utilizó un tipo determinado de chip cuya principal característica consiste en el hecho de ser constantemente programable. Esta característica, opuesta a la típica arquitectura fija de los chips convencionales, permite que el mismo componente pueda trabajar como parte de un módem, de un procesador de audio o de un dispositivo gráfico, dependiendo de la configuración con que se le programe. La contrapartida es que estos chips "universales" son notablemente más lentos y se calientan en exceso.

En los primeros cientos de generaciones, apenas había muestras de que los chips iban a conseguir realizar su tarea con diligencia. Pero pronto los chips comenzaron a mimetizar y reproducir el sonido que recibían como entrada. No era, desde luego, el resultado deseado, pero sí algo bastante mejor que el pobre comportamiento de sus primeros ancestros. La eficacia de los chips mejoraba en incrementos ínfimos, pero mesurables. Alrededor de la generación nº 650, los chips habían desarrollado cierta sensibilidad a las ondas de 1 Khz. En la generación nº 1400, los chips ya distinguían los tonos correctamente en el 50% de los casos. Finalmente, en la generación nº 4000, el sistema había establecido un programa óptimo para llevar a cabo la tarea. Al recibir la onda de 1 Khz, los chips reaccionaban disminuyendo su voltaje de salida a cero voltios. Sin embargo, con la onda de 10 Khz, los chips incrementaban su voltaje de salida hasta los cinco voltios. El doctor Thompson incluso aumentó los requerimientos sobre el sistema, obligándole a reconocer órdenes vocales como "Stop" y "Go". Tras unas cuantas generaciones más, los chips estaban llevando a cabo esta nueva tarea sin problemas.
Adrian Thompson había conseguido demostrar que el principio de selección natural y la evolución darwiniana se pueden aplicar al hardware informático y que ésta podía producir circuitos especializados a partir de circuitos genéricos. Todo ello usando una mínima fracción del tiempo y el esfuerzo que hubiese requerido diseñarlo.

Parece ser que la evolución no solamente había seleccionado los programas que mejor conseguían el objetivo propuesto, sino que además había escogido inesperadamente aquellos que aprovechaban los sutiles efectos electromagnéticos que se producen entre diferentes partes de un circuito cuando un flujo de electrones pasa por cada una de ellas (efecto que se conoce como Flujo Electromagnético y que debido a su incontrolabilidad es inutilizable a escala industrial) para su propio beneficio. La conclusión era que los chips habían aprendido a trabajar con valores más correspondientes a una gama de tenues grises producida por el extraño flujo electromagnético que con los rígidos blancos y negros de la lógica electrónica.
2 comentarios:
realmente sorprendente y fascinante.
Pero 4000 generaciones en nuestro caso son 80.000 años, mucho tiempo para aprender a distinguir un sonido! El modelo matematico de la evolucion encaja con los tiempos paleontologicos?
No, no encaja en absoluto. Pero tengamos en cuenta que aquí se está hablando de evolución de procesos cognitivos (lo que nos ha llevado de adorar ídolos de piedra a comprender el átomo), no biológicos (lo que nos ha llevado de ser peces a primates).
Aún así, el ritmo de reproducción de los chips del artículo es incomparable con cualquier ritmo natural.
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